Português


Uma viagem que deveria durar 2h mas que demorou 4h poderia stressar qualquer pessoa. Foi o nosso caso.

Mais ou menos uma hora de atraso no ponto de partida, mais uma hora esperando no controle de passaporte na imigração, ônibus lotado, pessoas conversando/gritando em um dos vários idiomas que não entendemos, internet sem funcionar...

Antes se sair de Ljubljana, reservamos um apê no Airbnb em Zagreb. A host, gentilmente, perguntou a hora que chegaríamos e se ofereceu ela buscar a gente de carro na rodoviária. Demais! Só que atrasou tudo e não tínhamos como avisá-la.

Chegamos. Descemos do ônibus super acabados, prontos para empreender a jornada de caminhar uns 30 minutos com as mochilas gigantes, quando de repente se aproxima uma mulher e pergunta: Daisy?

A cara de acabada se transformou em cara de vergonha, queria até me esconder! A host nos esperou todo esse tempo na rodoviária. Pedimos mil desculpas, ela nos levou até o carro, onde conhecemos o seu marido também. Conversamos um pouco, contamos da nossa saga.

Chegamos ao apartamento, o mais lindo e confortável que já ficamos até agora. Muito simpática, ela nos mostrou uma garrafa de vinho branco croata na geladeira.

Tudo mudou e todo o nosso cansaço e stress foram embora, então deixamos as mochilas e fomos comer e ver umas intervenções artísticas que estavam acontecendo pela cidade.

Na volta pra casa, paramos em frente ao Teatro Nacional que estava com um jogo de luzes e música super legais. Começamos a ler o cartaz pra saber onde mais poderíamos encontrar as intervenções, não entendíamos absolutamente nada e começamos a conversar entre a gente.

Uma senhora se oferece pra ajudar, nos indica que tem outro lugar ali perto e diz que está indo pra lá e que podemos ir com ela. Chegamos lá, eram telas apresentado um conto croata. Claro, não entendemos nada e ela dá uma traduzida pra gente não ficar perdido. Nos despedimos e voltamos pra casa, com aquela sensação boa de ter recebido gentileza assim, do nada.

Em outra noite, as vendedoras ambulantes de milho e castanha, foram tão simpáticas que tive vontade de abraçá-las.

E pra finalizar Zagreb, caminhando até a estação de ônibus para ir embora e com um mapa nas mãos, paramos para o Diego tirar sua blusa e um ciclista se aproxima, vendo claramente que somos turistas, pergunta se precisamos de ajuda. E confirma com a gente o caminho pra

rodoviária.

Isso foi Zagreb pra gente. Nos sentimos super agradecidos, pelas pequenas coisas e desconhecidos que fizeram nossos dias muito melhores.


Español


Un viaje que debería durar 2 horas, pero que con los atrasos llegó a ser de 4 horas puede terminar estresando a cualquiera. Ese fue exactamente nuestro caso viajando desde Slovenia a Croacia.

El bus saliendo una hora tarde desde la estación, otra hora más parados en el control de pasaportes en plena autopista, el bus lleno, personas conversando y gritando en varios idiomas que no entendemos (ni alcanzamos a identificar de donde son), y el internet no funcionaba...

Antes se salir de Ljubljana, reservamos un departamento por Airbnb en Zagreb. La dueña, amablemente, nos preguntó a qué hora llegaríamos y se ofreció para ir a buscarnos en auto a la estación. Ideal!! Pero íbamos atrasados 2 horas, y sin internet no teníamos como avisarle. Finalmente llegamos. Nos bajamos del bus súper cansados y haciéndonos el ánimo para caminar unos 30 minutos con mochilas gigantes y pesadas, cuando se nos acerca una mujer y preguntó: Daisy?


La cara de cansancio se transformó en cara de vergüenza, que no sabíamos ni donde meternos. La dueña nos esperó todo ese tiempo en la estación para recibirnos. Le pedimos mil disculpas, y nos llevó a su auto donde conocimos a su marido. Conversamos un poco y les contamos un poco de nuestro viaje.

Llegamos al departamento, el más lindo y cómodo que nos alojamos hasta ahora. Muy simpática, ella nos regaló una botella de vino blanco croata que se estaba helando en el refrigerador.

Todo cambió, el cansancio y estrés desaparecieron. Entonces dejamos las mochilas y salimos a comer y ver unas intervenciones urbanas que nos recomendó, y que justo se estaban presentando ese día (se hace una vez a año en Zagreb).

En el camino de vuelta a la casa, paramos frente al Teatro Nacional, que tenía un juego de luces desde adentro del edificio y música de artistas croatas. Comenzamos a leer el cartel de la exposición, para saber donde encontrar más intervenciones, pero era imposible entender ni siquiera una palabra escrita, por lo que empezamos a hablar entre nosotros tratando de descifrar el letrero. En medio de eso, se nos acerca una señora y ofrece ayudarnos, nos dice que cerca de ahí hay otra intervención, que ella también va y que si queremos podemos ir con ella.

Llegamos, y en medio de un parque se presentaba un cuento infantil croata. Obviamente no entendíamos nada, y ella comienza a traducirnos para no estar tan perdidos. Nos despedimos y volvimos al departamento con esa sensación extraña de haber recibido ayuda gentilmente, de la nada.

En otra noche, caminando por el centro histórico las vendedoras ambulantes de choclo y castañas asadas (que se encuentran cada dos esquinas y todo el mundo come), fueron tan tan tan simpáticas que Daisy se quedó con ganas de darles un abrazo para agradecerles.

Y para terminar con Zagreb, el último día caminando hacia la estación de bus para irnos y con un mapa en la mano, paramos un minuto para sacarme el polerón, cuando un ciclista que iba pasando paró, notando claramente que eramos turistas, y nos pregunta que necesitábamos y si nos podía ayudar. Amablemente nos confirmó la ruta para llegar a la estación.


Eso fue Zagreb para nosotros. Nos sentimos súper agradecidos por las pequeñas cosas, y por los desconocidos que amablemente y sin ningún interés hicieron nuestros días mucho mejores.